El Camino del Artista Autodidacta: Una Reflexión Personal
Formado por la práctica y la perseverancia, he aprendido a valorar la autenticidad artística, mientras que las instituciones académicas promueven un arte que muchas veces carece de belleza, centrado en el discurso explicativo y no en lo que realmente conecta con el espectador.
8/31/20241 min read


Como artista autodidacta, he aprendido a través de libros, cursos en línea y, sobre todo, mediante la práctica constante. Este enfoque me ha dado la tenacidad para buscar y desarrollar las habilidades que necesitaba en cada etapa, algo que considero fundamental en mi proceso, especialmente como tatuador. La disciplina autodidacta, aunque desafiante, me ha permitido crecer de manera orgánica, enfrentándome a los obstáculos con flexibilidad y pasión.
Sin embargo, noto que la academia del arte muchas veces tiende a menospreciar a los artistas que se forman fuera de sus instituciones. A menudo, cierran puertas, actúan como guardianes del mundo artístico, limitando oportunidades independientemente de la calidad técnica o conceptual de la obra. Lo que promueven como “novedoso” en muchos casos no es más que un retroceso, donde lo feo o de mal gusto se presenta bajo la premisa de innovación, pero en realidad refleja una degradación de lo que podría ser arte genuino.
Hoy, se da más valor al texto que acompaña la obra que a la obra misma. El discurso intelectual parece justificar cualquier cosa, y las galerías y academias se alinean con esta tendencia, promoviendo trabajos que no resuenan con el público. Lo que a menudo se exhibe no es más que una serie de explicaciones que intentan legitimar algo que, en esencia, carece de belleza, técnica o impacto visual real. Como artista, veo este fenómeno como un retroceso, una pérdida de la conexión entre el creador y el espectador, donde lo que debería importar, la obra, queda eclipsada por un discurso vacío.